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EL BLOG DE PASCAL

Pascal Mbunza
Gerente de proyecto
TSF – República Democrática del Congo

Echando raíces un árbol a la vez

Los efectos del calentamiento global ya no están en duda. Habitantes de ciudades, campesinos, alfabetizados, analfabetos, hombres, mujeres, niños, jóvenes y ancianos lo viven cada día. Nadie se salva.

No es raro experimentar cambios atmosféricos intermitentes de “calor-frío” en tu camino, en tu balcón, en la playa, en tu campo, bajo un árbol… en definitiva, al aire libre.

Las paredes de hierro y hormigón de nuestras casas se han convertido en auténticos acumuladores de calor durante el día en las regiones cálidas. Luego aprovechan las horas de la noche para “propulsarlo” hacia los ocupantes. La contaminación está muy extendida y afecta al aire, al agua y al suelo, especialmente en los países en desarrollo.

Las estaciones, por su parte, están prácticamente trastocadas. Los humanos no son las únicas víctimas de los efectos mencionados anteriormente. Otros seres vivos como animales, pájaros, peces y plantas se ven gravemente afectados. De hecho, es todo el ecosistema el que está pagando la “gran factura” de este calentamiento.

Así pues, si los humanos nos quedamos de brazos cruzados y no hacemos nada, la asfixia que se acerca lentamente podría acabar con la vida prematuramente. Debemos luchar. Debemos intentar agarrar al toro por los cuernos. Los humanos tienen la obligación de existir y mantener la existencia de los demás seres vivos.

En la actualidad, se están poniendo en práctica todas las inteligencias multisectoriales para la protección del medio ambiente. Se trata, de hecho, de un conjunto de soluciones preventivas y mitigadoras del problema del calentamiento global.

De 2019 a 2021, tuvimos una maravillosa experiencia con Terre Sans Frontières (TSF) en el noreste de la República Democrática del Congo. En colaboración con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), TSF debía llevar a cabo un proyecto de protección ambiental para las comunidades de acogida de refugiados de Sudán del Sur en Aba, en el territorio de Faradje, y en Biringi, en el territorio de Aru.

Este proyecto tenía como objetivo compensar la fuerte presión que ejercen estas poblaciones de refugiados sobre los recursos locales (madera) y combatir el calentamiento global.

Al principio, los beneficiarios no veían ninguna urgencia en un proyecto de reforestación de este tipo. Fueron necesarios seis meses para crear conciencia sobre los méritos de esta intervención. La comunidad finalmente se apropió del proyecto. Se plantaron 28.546 árboles, incluidos 20.035 árboles perennes y 8.511 árboles frutales.

Las especies plantadas fueron: teca, acacia, eucalipto, sequoya, roble argentino, ciprés, abeto, cedro, limba, isuzu, mango, naranja, corazón de buey, jackfruit, guayaba, palma aceitera, maracuyá, papaya y palta.

Se adoptaron varios enfoques, a saber: realizar 48 transmisiones de radio, plantar 6 bosques modelo, popularizar árboles frutales en 4.378 hogares y transferir conocimientos sobre el proceso de plantación de árboles a 8 grupos de voluntarios comunitarios.

Cuatro años después, los resultados son bastante notables, en particular: conciencia de la utilidad de los árboles, buen crecimiento de los bosques, renovación de especies forestales, sombra y frescura, producción y consumo de fruta en los hogares, producción de plántulas de árboles por parte de agentes locales.

Desde 2024, TSF ha estado implementando las mismas actividades en la ciudad de Bunia, en asociación con el municipio de Bakongolo. Casi 1.500 árboles fueron plantados exclusivamente por los beneficiarios con el apoyo de TSF.

La comunidad acoge con satisfacción este proyecto que responde a sus necesidades reales y agradece sinceramente a TSF.