Camilo Sebastián Gutierrez Ludeña
La Paz, Bolivia
Resiliencia frente al caos climático y la danza de El Niño y La Niña
Bolivia, tierra de contrastes y belleza natural, se encuentra en el epicentro de una crisis climática que amenaza su sustento y su futuro. El deshielo acelerado de los majestuosos nevados, guardianes de las fuentes de agua que alimentan a su gente, es solo el preludio de un panorama desolador. La falta y el exceso de precipitaciones, caprichos del cielo, han transformado a este país en un campo de batalla entre sequías abrasadoras e inundaciones devastadoras.
El reloj del cambio climático lleva más de una década marcando la cuenta regresiva para Bolivia. No es un asunto de variabilidad climática, es un grito de alarma por la urgencia de la acción. La geografía montañosa, la precaria infraestructura y una economía vulnerable son solo algunas de las cartas que juega la Madre Naturaleza en este juego mortal.
Las cifras no mienten. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) y el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (SENAMHI), entre 2013 y 2023, las lluvias han menguado en todo el país. En 2016, la impensable realidad golpeó a La Paz, sede de gobierno, con racionamiento de agua. El 2022 marcó el punto más seco de la década, y el horizonte no ofrece promesas de alivio.
En este escenario desolador, los incendios forestales y los caprichos de El Niño y La Niña emergen como los verdugos del destino boliviano. Los bosques arden, la biodiversidad se desvanece y la vida se desmorona en un torbellino de fuego y desesperación.
El fenómeno de El Niño trae consigo un diluvio de lluvias torrenciales e inundaciones devastadoras, mientras que La Niña castiga con sequías implacables y escasez de agua. La danza mortal de estos dos monstruos climáticos arrastra al país hacia un abismo de incertidumbre y desolación.
La tierra tiembla, los cielos lloran y el corazón de Bolivia late al ritmo del caos climático. En el occidente, las sequías interminables se adueñan de los valles y el altiplano, mientras que, en el oriente, las inundaciones desatan el caos en la selva amazónica y el Chaco.
Pero entre las cenizas y las aguas turbulentas, surge la esperanza. El pueblo boliviano, resiliente y valiente, se alza contra la tormenta. Desde las comunidades indígenas hasta los líderes juveniles, todos se unen en una lucha desesperada por la supervivencia.
TSF se une a esta cruzada en las tierras del altiplano y los valles de La Paz. Desde la concientización en las escuelas hasta la implementación de invernaderos resilientes, cada acción es un paso hacia un futuro más verde y seguro.
Plantar agua, reducir el consumo de plásticos y promover la resiliencia comunitaria son solo algunos de los pilares de esta lucha. Porque en Bolivia, como en el resto del mundo, el cambio climático no discrimina. Es hora de actuar, antes de que sea demasiado tarde.