Formas de evitar el hambre
En muchas partes del mundo, a medida que se propagaba la pandemia de COVID-19, el espectro de la inseguridad alimentaria se extendía. Para muchas familias, las medidas adoptadas para luchar contra el coronavirus y limitar su transmisión se han traducido a menudo en una mayor precariedad.
En los países en los que interviene TSF, la mayoría de las personas viven a diario. La fuerte desaceleración de la actividad económica ha llevado a la eliminación de muchos empleos en pequeña escala y al cese de diversas actividades generadoras de ingresos, dejando pocas alternativas a estas personas.
Por lo tanto, TSF se ha apresurado a iniciar diversas iniciativas con sus socios para ayudar a asegurar la alimentación de las personas más vulnerables.
Desde el comienzo de la pandemia, se distribuyeron cestas de alimentos con artículos de primera necesidad a casi 80 familias de Ricaurte, en el Ecuador, que se convirtió rápidamente en el país de América Latina más afectado por la pandemia. Varias de las familias que han recibido esta ayuda tienen en su seno niños con discapacidad que ya no recibían servicios de la Unidad Educativa Especializada Fiscomisional Nuestra Señora del Carmen, escuela especializada socia de TSF.
Un proyecto de huertos familiares, apoyado por un agrónomo, también está saliendo de la tierra en la comunidad de Ricaurte.
En Haití, la lucha contra la inseguridad alimentaria consiste en desarrollar la agricultura comunitaria. En Vialet, se puso en marcha un proyecto centrado en tres grandes objetivos, garantizar la producción de alimentos, establecer un modelo de sistema agroecológico que pueda reproducirse en otras comunidades y acompañar a organizaciones y asociaciones para que puedan hacerse cargo de dicho sistema.
Las actividades llevadas a cabo hasta ahora incluyen cursos prácticos de fortalecimiento de promotores agro-ecologistas, producción de compost y distribución de plántulas, tanto para el cultivo de hortalizas como para la salvaguardia de variedades en desaparición como el árbol del pan y la granadina.
En Malí, 52 aldeas que agrupan a más de 60.000 personas fueron el centro de un proyecto dirigido por Sahel 21 filial de TSF en Malí que condujo a la distribución de equipos para cocinar (estanques, ollas, fogones, cuscusera, espumaderas, cucharones, etc.) cereales locales que constituyen la base de la alimentación (mijo y sorgo) y productos diversos (maíz, frijoles, cacahuetes, pescado ahumado, huevos, azúcar, leche, aceite, cebollas y otras especias, etc.). En cada una de las aldeas seleccionadas, un comité de mujeres nutricionistas también ofreció demostraciones culinarias.
En este momento, este tipo de proyecto puede calificarse prácticamente como ayuda de segunda urgencia, contribuyendo a salvar la vida de muchas personas.