Camilo Sebastián Gutierrez Ludeña
La Paz, Bolivia
Día mundial de la limpieza
En Bolivia, el término «basura» se usa de manera cotidiana para referirse a los residuos sólidos orgánicos e inorgánicos, pero detrás de esta simple palabra se esconde un problema crítico: la falta de educación ambiental de la población. En las calles de nuestras ciudades, es común ver envases plásticos, envoltorios de todo tipo, cáscaras de alimentos y sobras, todos ellos acompañados de las omnipresentes bolsas plásticas. Esta falta de conciencia colectiva no solo afecta la estética urbana, sino que trae consecuencias devastadoras para el medio ambiente.
Los mercados son un claro ejemplo de puntos críticos de contaminación. Aquí, los vendedores no dudan en lanzar sus desechos a las calles, obstruyendo el paso del agua en los drenajes. En épocas de lluvias, estas obstrucciones se convierten en una amenaza real de inundaciones. Además, la materia orgánica en descomposición atrae vectores y empeora la situación. Lo más alarmante es que muchos de estos residuos, especialmente los plásticos, acaban en nuestros ríos, contaminando no solo las ciudades, sino también las comunidades rurales, afectando tanto a las personas como al ganado.
Un informe del Ministerio de Medio Ambiente y Aguas (2012) revela que más del 55% de la basura doméstica en áreas urbanas es materia orgánica, mientras que más del 20% son residuos no aprovechables. Esta situación es insostenible, ya que los municipios carecen de rellenos sanitarios adecuados para tratar estos desechos, lo que agrava la contaminación del suelo, el aire y el agua. La quema de residuos libera gases de efecto invernadero, contribuyendo al cambio climático.
En las comunidades rurales, aunque la generación de residuos orgánicos es mínima, la cantidad de plásticos y otros desechos no aprovechables es considerablemente mayor. La falta de recursos económicos impide que los municipios realicen labores de limpieza, y la educación ambiental es prácticamente inexistente. Como resultado, es común encontrar plásticos y envoltorios en las plazas y calles, que podrían ser reciclados si hubiera una gestión adecuada.
A pesar de este panorama desalentador, las mujeres y los niños están marcando la diferencia. Son ellos quienes, con su conciencia y creatividad, están liderando esfuerzos para reducir los residuos y reciclar. En Puerto Pérez, estudiantes preocupadas por la abundancia de bolsas de nylon han comenzado a fabricar carteras, mochilas o banderines con estos residuos, demostrando que un problema recurrente puede convertirse en una oportunidad. Estas bolsas de un solo uso, que tanto daño causan, están siendo reutilizadas con un propósito que va más allá del económico: están generando conciencia en sus familias y comunidades.
En TSF, hemos trabajado desde 2022 con escuelas para promover la educación ambiental. En lugares como el Colegio de Lacaya (Pucarani), hemos visto ejemplos inspiradores, donde los estudiantes, a través de la fabricación de eco-ladrillos, no solo limpiaron sus calles, sino que construyeron una compostera que ahora produce abono orgánico para sus cultivos. Este tipo de iniciativas no solo embellecen el entorno, sino que demuestran que es posible reducir los residuos a cero cuando se actúa con conciencia y compromiso.
El problema de la generación de residuos y su impacto en el medio ambiente no es exclusivo de Bolivia; es una crisis global. Sin embargo, la solución no radica únicamente en la limpieza de nuestras calles, que es una medida de emergencia. La verdadera solución está en la raíz: en la educación, en cambiar mentalidades, y en empoderar a las familias, empezando por los niños. Aquí, la participación de las mujeres es fundamental. Ellas, a menudo al frente de las familias y comunidades, son clave para fomentar cambios duraderos. Su papel en la educación de las futuras generaciones y en la adopción de prácticas sostenibles dentro de los hogares y comunidades es crucial para combatir la contaminación. Actividades como la fabricación de eco-ladrillos, lideradas por mujeres y niños, y la promoción de políticas públicas que regulen la contaminación son los pasos esenciales para enfrentar este desafío global.